Textos más largos no disponibles | pág. 29

Mostrando 281 a 290 de 2.215 textos encontrados.


Buscador de títulos

textos no disponibles


2728293031

Cape Cod

Henry David Thoreau


Viajes


Introducción a Cape Cod

Por Clifton Johnson (1908)

Del grupo de notables que a mediados del siglo pasado tuvieron su hogar en la pequeña población de Concord, en Massachusetts, otorgándole con ello una fama literaria a la vez especial y duradera, Thoreau es el único nacido allí. Su vecino Emerson había buscado aquel sitio en su madurez como refugio rural y, después de haberlo convertido en el lugar elegido para su retiro, le siguieron Hawthorne, Alcott y otros; pero Thoreau, el genio más peculiar de todos ellos, era hijo de la tierra.

En 1837, a los veinte años de edad, se graduó en Harvard, y durante tres años fue maestro de escuela en su pueblo natal. Luego se puso a trabajar en el negocio al que estaba dedicado su padre: la fabricación de lapiceros de grafito. Creía poder fabricar un lapicero mejor que cualquiera de los que se usaban en aquella época, pero cuando tuvo éxito y sus amigos lo felicitaron por haberse abierto la perspectiva de hacerse rico, él respondió que jamás fabricaría otro lapicero. «¿Para qué?», dijo. «No quiero hacer de nuevo lo que ya he hecho una vez».


Información texto

Protegido por copyright
245 págs. / 7 horas, 9 minutos / 134 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

La Esfera y la Cruz

Gilbert Keith Chesterton


Novela


I. Discusión un poco en el aire

La nave voladora del profesor Lucifer silbaba atravesando las nubes como dardo de plata; su quilla, de límpido acero, fulgía en la oquedad azul oscuro de la tarde. Que la nave se hallaba a gran altura sobre la tierra es poco decir; a sus dos ocupantes les parecía estar a gran altura sobre las estrellas. El profesor mismo había inventado la máquina de volar, y casi todos los objetos de su equipo. Cada herramienta, cada aparato tenía, por tanto, la apariencia fantástica y atormentada propia de los milagros de la ciencia. Porque el mundo de la ciencia y la evolución es mucho más engañoso, innominado y de ensueño que el mundo de la poesía o la religión; pues en éste, imágenes e ideas permanecen eternamente las mismas, en tanto que la idea toda de evolución funde los seres unos con otros, como sucede en las pesadillas.

Todos los instrumentos del profesor Lucifer eran los antiguos instrumentos humanos llevados a la locura, desenvueltos en formas desconocidas, olvidados de su origen, olvidados de su nombre. Aquella cosa que parecía una llave enorme con tres ruedas, era, en realidad, un revólver, patentado, y muy mortífero. Aquel objeto que parecía hecho con dos sacacorchos enrevesados, era, en realidad, la llave. La cosa que hubiera podido confundirse con un triciclo volcado patas arriba era el instrumento, de imponderable importancia, a que servía de llave el sacacorchos. Todas estas cosas, como digo, las había inventado el profesor; había inventado todo lo que llevaba la nave voladora, con excepción acaso de su misma persona. El profesor había nacido demasiado tarde para que pudiese descubrirla realmente, pero creía, al menos, haberla mejorado bastante.


Información texto

Protegido por copyright
244 págs. / 7 horas, 7 minutos / 685 visitas.

Publicado el 5 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Silas Marner

George Eliot


Novela


I

En los tiempos en que las ruecas zumbaban activamente en las granjas, en que las mismas grandes damas, vestidas de sedas y encajes, tenían sus pequeñas ruecas de encina lustrada, a veces se veía, ya sea en los caminos de los distritos apartados, ya sea en el seno profundo de las colinas, a ciertos hombres pálidos y enclenques que, comparados con las gentes vigorosas de los campos, parecían ser los últimos vestigios de una raza desheredada.

El perro del pastor ladraba furioso cuando uno de esos hombres de fisonomía extraña aparecía en las alturas, y su fisonomía extraña se destacaba negra sobre el cielo, en el ocaso breve del sol de invierno; porque, ¿a qué perro no incomoda una persona encorvada bajo el peso de un fardo? Y aquellos hombres pálidos rara vez salían de su aldea sin aquella carga misteriosa.

El propio pastor, bien que tuviera buenas razones para creer que la bolsa sólo contenía hilo de lino, si no largas piezas de lienzo tejidas con ese hilo, no estaba muy seguro de que aquel oficio de tejedor, por indispensable que fuera, pudiera ejercerse sin el auxilio del espíritu maligno.

En aquella época remota, la superstición acompañaba a todo individuo o a todo hecho un tanto extraño. Y para que una cosa pareciera tal, bastaba que se repitiera periódica o accidentalmente, como las visitas del buhonero o del afilador.

Nadie sabía dónde vivían aquellos hombres errantes, ni de quién descendían; y, ¿cómo podría decirse quiénes eran, a menos de conocer a alguien que supiera quiénes eran su padre y su madre?


Información texto

Protegido por copyright
243 págs. / 7 horas, 6 minutos / 132 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2016 por Juan Carlos Vinent Mercadal.

Filípicas

Marco Tulio Cicerón


Discurso


Primera filípica

Pronunciada el 2 de setiembre del 44 ante el Senado en el templo de la Concordia.

A principios de julio, Cicerón había iniciado, en parte para quitarse de en medio, un viaje a Grecia con la excusa de visitar a su hijo. Alcanzado por unos emisarios en Siracusa, decidió regresar a Roma, donde entró el 31 de agosto. Para el día siguiente, 1 de setiembre, Marco Antonio tenía convocada una reunión del Senado en la que pensaba proponer que se decretaran honores para Julio César. Cicerón, previendo la situación embarazosa en la que se encontraría, pues no quería sumarse a esta moción, al tiempo que temía desairar a los soldados veteranos con una afrenta a César, excusó su asistencia arguyendo el cansancio del viaje, pese a los requerimientos de Marco Antonio, que consideraba muy importante la aprobación, siquiera tácita y temerosa, de Cicerón a sus pretensiones.

Al día siguiente, 2 de setiembre, Cicerón, en ausencia de Marco Antonio, pronuncia esta primera Filípica. En ella justifica su viaje, su actitud del día anterior, recrimina las presiones recibidas de Antonio y pasa revista a los hechos acaecidos a partir del asesinato de César (15 de marzo), insistiendo en la actitud hipócrita de Antonio, que mantenía las actas de César (con frecuencia falsificadas) y derogaba las leyes legalmente promulgadas.
 


Información texto

Protegido por copyright
243 págs. / 7 horas, 5 minutos / 302 visitas.

Publicado el 19 de marzo de 2018 por Edu Robsy.

Manuscrito Encontrado en Zaragoza

Jan Potocki


Novela


ADVERTENCIA

Cuando era oficial en el ejército francés, participé en el sitio de Zaragoza. Algunos días después que se tomara la ciudad, como avanzara hasta un lugar un poco retirado, observé una casita bastante bien construida. Creí, al principio, que aún no había sido visitada por ningún francés. Tuve la curiosidad de entrar. Llamé a la puerta, pero vi que no estaba cerrada. Empujé la puerta, entré, di voces, busqué: no encontré a nadie. Me pareció que habían sacado de la casa todo aquello que tuviera algún valor; en las mesas y en los muebles sólo quedaban objetos sin importancia. Advertí de pronto, amontonados en el suelo, en un rincón, varios cuadernos. Se me ocurrió mirarlos: era un manuscrito en español, lengua que conozco poco, pero no tan poco, sin embargo, para no comprender que aquel libro podía divertirme: trataba de bandidos, de aparecidos, de cabalistas, y nada más adecuado que la lectura de una novela extravagante para distraerme de las fatigas de la campaña. Persuadido de que el libro no volvería ya a su legítimo propietario, no vacilé en quedarme con él.


Información texto

Protegido por copyright
242 págs. / 7 horas, 4 minutos / 404 visitas.

Publicado el 15 de diciembre de 2018 por Edu Robsy.

El Poeta y los Lunáticos

Gilbert Keith Chesterton


Cuento


I. LOS AMIGOS FANTÁSTICOS

La posada tenía por nombre El Sol Naciente aunque su apariencia hubiera justificado que se llamase El Sol Poniente. Estaba justo en medio de un jardín triangular no tan verde como gris, un jardín de setos arruinados por la invasión de los hierbajos de las riberas del río; tenía el jardín, además, unas glorietas de techos y bancos igualmente arruinados, y una fuente renegrida y seca, coronada por una ninfa de la que únicamente eran destacables sus manchas de humedad y los desconchones.

La posada en sí parecía más devorada que ornada por la hiedra y daba la impresión de que su antiguo armazón de ladrillos oscuros había sido corroído despaciosamente por las garras de los dragones que moraban en lo que en sí mismo era un gran parásito. Por su parte trasera, la posada daba a un camino estrecho y por lo general desierto, que a través de la colina conducía hasta un vado, hoy fuera de uso tras la reciente construcción de un puente, un buen trecho río abajo. Junto a la puerta de entrada había un banco y una mesa; sobre ésta, en un tablero, el nombre del hostal, con un sol que en tiempos fue de oro y ahora pardo, dibujado en el centro.

De pie, en el umbral, contemplando tristemente el camino, pues no miraba la belleza de la puesta del sol, se hallaba el posadero, un hombre de cabello negro y lacio, de rostro congestionado y purpúreo, no obstante lo cual mostraba los rasgos inequívocos de la melancolía. Pero había también una persona que demostraba cierta vitalidad: justo quien se iba en ese momento. El primer y único cliente en muchos meses. Una especie de solitaria golondrina que no había hecho verano y que ahora continuaba su peregrinar.


Información texto

Protegido por copyright
242 págs. / 7 horas, 4 minutos / 209 visitas.

Publicado el 5 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

El Caballero de Harmental

Alejandro Dumas


Novela


I. EL CAPITÁN ROQUEFINNETTE

Cierto día de Cuaresma, el 22 de marzo del año de gracia de 1718, un joven caballero de arrogante apariencia, de unos veintiséis o veintiocho años de edad, se encontraba hacia las ocho de la mañana en el extremo del Pont Neuf que desemboca en el muelle de L’École, montado en un bonito caballo español.

Después de media hora de espera, durante la que estuvo interrogando con la mirada el reloj de la Samaritaine, sus ojos se posaron con satisfacción en un individuo que venía de la plaza Dauphine.

Era éste un mocetón de un metro ochenta de estatura, vestido mitad burgués, mitad militar. Iba armado con una larga espada puesta en su vaina, y tocado con un sombrero que en otro tiempo debió de llevar el adorno de una pluma y de un galón, y que sin duda, en recuerdo de su pasada belleza, su dueño llevaba inclinado sobre la oreja izquierda. Había en su figura, en su andar, en su porte, en todo su aspecto, tal aire de insolente indiferencia, que al verle el caballero no pudo contener una sonrisa, mientras murmuraba entre dientes:

—¡He aquí lo que busco!

El joven arrogante se dirigió al desconocido, quien viendo que el otro se le aproximaba, se detuvo frente a la Samaritaine, adelantó su pie derecho y llevó sus manos, una a la espada y la otra al bigote.

Como el hombre había previsto, el joven señor frenó su caballo frente a él, y saludándole dijo:

—Creo adivinar en vuestro aire y en vuestra presencia que sois gentilhombre, ¿me equivoco?

—¡Demonios, no! Estoy convencido de que mi aire y mi aspecto hablan por mí, y si queréis darme el tratamiento que me corresponde llamadme capitán.

—Encantado de que seáis hombre de armas, señor; tengo la certeza de que sois incapaz de dejar en un apuro a un caballero.

El capitán preguntó:

—¿Con quién tengo el honor de hablar, y qué puedo hacer por vos?


Información texto

Protegido por copyright
239 págs. / 6 horas, 58 minutos / 115 visitas.

Publicado el 12 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

La Lámpara Roja

Arthur Conan Doyle


Cuento


Prefacio

Pasajes de un prolongado y enjundioso intercambio epistolar con un amigo americano

He de reconocer el peso de sus argumentos, en la medida en que un inválido o una mujer de escasa salud no serían personajes representativos de unos relatos que sólo tratan de ser un reflejo, con las suficientes dosis de realismo, de la práctica de la medicina. Pero si uno, en cualquier caso, se refiere a esta vida, y aspira a que los médicos sean algo más que simples marionetas, considero esencial que se haga cargo también del lado más oscuro de ella que es, en definitiva, el que han de estudiar los cirujanos o los médicos. Cierto es que también les es dado ver cosas hermosas, como la entereza de carácter o el heroísmo, el sacrificio o el amor, pero los amargos dolores y pruebas por los que han de pasar siempre les exigen mucho más (como es el caso de nuestras más nobles cualidades). No es posible escribir a la ligera acerca del ejercicio de la medicina.


Información texto

Protegido por copyright
238 págs. / 6 horas, 58 minutos / 143 visitas.

Publicado el 14 de enero de 2018 por Edu Robsy.

El Golem

Gustav Meyrink


Novela


Sueño

La luz de la luna cae al pie de mi cama y se queda allí como una piedra grande, lisa y blanca.

Cuando la luna llena empieza a encogerse y su lado derecho se carcome — como una cara que se acerca a la vejez, mostrando primero las arrugas en una mejilla y perfilándose después — a esa hora de la noche, se apodera de mí una inquietud sombría y angustiosa.

No estoy dormido ni despierto, y, en el ensueño, se mezclan en mi alma lo vivido con lo leído y oído, como corrientes de distinto brillo y color que confluyeran. Antes de acostarme había leído la vida de Buddha Gotama e incesantemente volvían a repetirse en mi mente, de mil formas, estas frases:

«Una corneja voló hacia una piedra que parecía un trozo de grasa y pensó:

quizás haya aquí un buen bocado. Pero como la corneja no encontró nada apetitoso, se alejó. Del mismo modo que la corneja que se había acercado a la piedra, abandonamos — nosotros, los seguidores — al asceta Gotama, cuando hemos perdido placer en él.»

Y la imagen de la piedra que parece un pedazo de grasa crece monstruosamente en mi mente:

Camino por el lecho seco de un río y recojo guijarros lisos.

De color gris — azulado, cubiertos de polvo brillante, sobre los que pienso y recapacito y con los que, sin embargo, no sé qué hacer — y después otros negros con manchas amarillas de azufre, como petrificados intentos de un niño por imitar unas salamandras toscamente moteadas.

Y quiero arrojar estos guijarros lejos de mí, pero una y otra vez se me caen de las manos, y no puedo apartarlos de mi vista.

Aparecen a mi alrededor todas las piedras que han jugado un papel en mi vida.

Algunas se esfuerzan desmesuradamente por surgir de la tierra a la luz — como grandes cangrejos de color pizarra, subiendo con la marea,empeñados en atraer mi mirada hacia ellos y decirme cosas de importancia infinita.


Información texto

Protegido por copyright
238 págs. / 6 horas, 57 minutos / 287 visitas.

Publicado el 26 de junio de 2016 por Edu Robsy.

2728293031