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El Avaro

Molière


Teatro, Comedia


PERSONAJES

HARPAGÓN, padre de Cleanto y de Elisa y enamorado de Mariana
CLEANTO, hijo de Harpagón, amante de Mariana
ELISA, hija de Harpagón, amante de Valerio
VALERIO, hijo de Anselmo y amante de Elisa
MARIANA, amante de Cleanto y amada por Harpagón
ANSELMO, padre de Valerio y de Mariana
FROSINA, mujer intrigante
MAESE SIMÓN, corredor
MAESE SANTIAGO, cocinero y cochero de Harpagón
FLECHA, criado de Cleanto
DOÑA CLAUDIA, sirvienta de Harpagón
MIAJAVENA y MERLUZA, lacayos de Harpagón
EL COMISARIO y su ESCRIBIENTE

La escena en París, en casa de Harpagón

ACTO PRIMERO

ESCENA PRIMERA

VALERIO y ELISA

VALERIO. ¡Cómo, encantadora Elisa, os sentís melancólica después de las amables seguridades que habéis tenido la bondad de darme sobre vuestra felicidad! Os veo suspirar, ¡ay!, en medio de mi alegría. ¿Es que acaso lamentáis, decidme, haberme hecho dichoso? ¿Y os arrepentís de esta promesa, a la que mi pasión ha podido obligaros?

ELISA. No, Valerio; no puedo arrepentirme de todo cuanto hago por vos. Me siento movida a ello por un poder demasiado dulce, y no tengo siquiera fuerza para desear que las cosas no sucedieran así. Mas, a deciros verdad, el buen fin me causa inquietud, y temo grandemente amaros algo más de lo que debiera.

VALERIO. ¡Eh! ¿Qué podéis temer, Elisa, de las bondades que habéis tenido conmigo?

ELISA. ¡Ah! Cien cosas a la vez; el arrebato de un padre, los reproches de una familia, las censuras del mundo; pero más que nada, Valerio, la mudanza de vuestro corazón y esa frialdad criminal con la que los de vuestro sexo pagan las más de las veces los testimonios demasiado ardientes de un amor inocente.


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64 págs. / 1 hora, 52 minutos / 446 visitas.

Publicado el 10 de junio de 2016 por Edu Robsy.

El Buque Misterioso

H. P. Lovecraft


Cuento


Capítulo 1

En la primavera de 1847, el pequeño pueblo de Ruralville se vio sacudido por una general excitación debida a la entrada de un extraño bergantín en el puerto.

No llevaba bandera alguna y todo hacía que resultase de lo más sospechoso.

No tenía nombre. Su capitán se llamaba Manuel Ruello. El interés aumentó, no obstante, Cuando John Griggs desapareció de su casa. Eso ocurrió el 4 de octubre y el 5 el bergantín se había marchado.

Capítulo 2

El bergantín, al partir, fue interceptado por una fragata de los Estados Unidos y se produjo una lucha tremenda. Cuando terminó, habían perdido a un hombre, llamado Henry Johns.

Capítulo 3

El bergantín continuó su ruta en dirección a Madagascar, hasta llegar. Los nativos huyeron despavoridos. Cuando volvieron a reunirse al otro lado de la isla, uno de ellos había desaparecido. Su nombre era Dahabea.

Capítulo 4

Al final, se decidió que había que hacer algo. Se ofreció una recompensa de 5.000 libras por la captura de Manuel Ruello, y entonces llegó la impactante noticia de que una nave indescriptible se había hundido en los cayos de Florida.

Capítulo 5

Se envió un buque a La Florida y entonces supieron qué había pasado. En medio del combate, habían botado un submarino y había cogido lo que quería. Y allí estaba, balanceándose tranquilamente en las aguas del Atlántico, cuando alguien dijo: “John Brown ha desaparecido”. Y desde luego que John Brown había desaparecido.


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1 pág. / 2 minutos / 1.022 visitas.

Publicado el 16 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

El Casamentero

Hector Hugh Munro "Saki"


Cuento


El reloj del comedor dio las once con la respetuosa prudencia de alguien cuya misión en la vida es ser ignorado. Cuando el paso del tiempo hiciera imperativas la abstinencia y la migración, las luces darían la señal en la forma acostumbrada.

Seis minutos más tarde Clovis se acercó a la mesa con la ferviente expectativa de quien ha comido esquemáticamente y mucho tiempo atrás.

—Estoy muriéndome de hambre —anunció esforzándose por tentarse con gracia y leer el menú al mismo tiempo.

—Lo imaginé —respondió su anfitriona— al ver que ha sido usted casi puntual. Debí advertirle que soy una Revolucionaria Alimenticia. Pedí dos cuencos de pan y leche y algunos bizcochos dietéticos. Espero que no tenga inconveniente.

Clovis pretendió después que no había palidecido durante una fracción de segundo.

—De cualquier modo —dijo—, no debería usted bromear con tales cosas. Esa especie de gente existe en realidad. Sé de quienes las han conocido. ¡Pensar en todos los manjares que existen, pasarse la vida masticando aserrín, y enorgullecerse por añadidura!

—Son como los flagelantes de la Edad Media que vivían mortificándose.

—Ellos estaban justificados hasta cierto punto —dijo Clovis—. Lo hacían para salvar sus almas inmortales, ¿no es así? No me diga usted que un hombre al que no le gustan las ostras, los espárragos y los buenos vinos tiene alma o siquiera estómago. Sencillamente tiene el instinto de desdicha altamente desarrollado.

Clovis se entregó durante unos pocos dulces instantes a la tierna intimidad de unas ostras que iban desapareciendo velozmente.


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2 págs. / 5 minutos / 212 visitas.

Publicado el 14 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

El Corazón de las Tinieblas

Joseph Conrad


Novela


I

El Nellie, un bergantín de considerable tonelaje, se inclinó hacia el ancla sin una sola vibración de las velas y permaneció inmóvil. El flujo de la marea había terminado, casi no soplaba viento y, como había que seguir río abajo, lo único que quedaba por hacer era detenerse y esperar el cambio de la marea.

El estuario del Támesis se prolongaba frente a nosotros como el comienzo de un interminable camino de agua. A lo lejos el cielo y el mar se unían sin ninguna interferencia, y en el espacio luminoso las velas curtidas de los navíos que subían con la marea parecían racimos encendidos de lonas agudamente triangulares, en los que resplandecían las botavaras barnizadas. La bruma que se extendía por las orillas del río se deslizaba hacia el mar y allí se desvanecía suavemente. La oscuridad se cernía sobre Gravesend, y más lejos aún, parecía condensarse en una lúgubre capa que envolvía la ciudad más grande y poderosa del universo.

El director de las compañías era a la vez nuestro capitán y nuestro anfitrión. Nosotros cuatro observábamos con afecto su espalda mientras, de pie en la proa, contemplaba el mar. En todo el río no se veía nada que tuviera la mitad de su aspecto marino. Parecía un piloto, que para un hombre de mar es la personificación de todo aquello en que puede confiar. Era difícil comprender que su oficio no se encontrara allí, en aquel estuario luminoso, sino atrás, en la ciudad cubierta por la niebla.


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124 págs. / 3 horas, 37 minutos / 391 visitas.

Publicado el 16 de julio de 2016 por Edu Robsy.

El Crepúsculo de los Ídolos

Friedrich Nietzsche


Filosofía


PREFACIO

Conservar la propia jovialidad en mitad de un asunto tétrico y gravado por una responsabilidad que excede toda ponderación exige no poca habilidad: y, sin embargo, ¿qué sería más necesario que la jovialidad? No sale como es debido cosa alguna en la que no participe la arrogancia. Solo el exceso de fuerza demuestra la fuerza. Una transvaloración de todos los valores, este signo de interrogación tan negro, tan enorme que arroja su sombra sobre quien lo pone, una tarea tan fatídica fuerza en cada instante a correr para colocarse donde a uno le dé el sol, a sacudir de sí una seriedad pesada, que ha llegado a ser demasiado pesada. Todo medio que conduzca a ello está justificado, todo «caso» será un caso afortunado, un golpe de suerte. Sobre todo la guerra. La guerra era siempre la gran prudencia de todos los espíritus que se habían vuelto demasiado interiores, demasiado profundos; incluso en la herida sigue habiendo fuerza curativa. Un dicho, cuya procedencia sustraigo a la curiosidad erudita, ha sido desde hace largo tiempo mi divisa:

Increscunt animi, virescit volnere virtus

Otra curación, en determinadas circunstancias todavía más deseada para mí, es sonsacar a los ídolos… En el mundo hay más ídolos que realidades: ésta es mi forma de «mirar con malos ojos» este mundo, ésta es también mi forma de oírlo «con malos oídos»… Plantear preguntas aquí con el martillo y, quizá, oír como respuesta aquel famoso sonido hueco que habla de entrañas flatulentas: qué delicia para uno que tiene oídos detrás de los oídos, para mí, viejo psicólogo y flautista de Hamelín, ante el cual precisamente aquello que desearía permanecer en silencio tiene que empezar a hablar…


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92 págs. / 2 horas, 41 minutos / 1.316 visitas.

Publicado el 28 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Espectro de Madam Crowl

Joseph Sheridan Le Fanu


Cuento


Hace ya unos veinte años que Mrs. Jolliffe no luce aquel esbelto talle que la había distinguido. Ahora tiene más de setenta años, y no le pueden quedar ya muchos más mojones que contar en el camino que la llevará a su morada definitiva. Su pelo, que se peina con raya en medio y tiene recogido bajo la cofia, es ahora más blanco que la nieve, y su rostro es algo más pícaro, aunque igual de afable. De cualquier modo, aún anda tiesa y con paso seguro y ligero.

Estos últimos años se ha dedicado al cuidado de inválidos adultos, tras dejar en manos más jóvenes a la pequeña población que vive en la cuna y anda a cuatro patas. Quienes recuerdan su rostro bonachón entre los primeros que emergen de las sombras de la inexistencia y le deben las primeras lecciones en el deleitoso arte de andar y balbucear, están en la actualidad bastante creciditos también. Algunos de ellos lucen ya algunas canas entre los mechones morenos, aquel «lindo pelo» que ella peinaba con tanto esmero para luego enseñarlo a las madres asombradas, las cuales no se ven ya por la pradera de Golden Friars, pues sus nombres permanecen grabados para siempre en las grises lápidas del camposanto.

Así, si el tiempo madura a unos y marchita a otros, podemos decir que la hora triste y tierna del ocaso ya le ha llegado a nuestra entrañable viejecita del norte, que un día tuvo también en sus brazos a la preciosa Laura Mildmay, la cual entra ahora sonriente en la habitación, le echa los brazos alrededor del cuello y le da dos sonoros besos.

—¡Qué suerte tiene! —exclamó Mrs. Jenner—. Llega a tiempo para escuchar un cuento.

—¿De veras? ¡Qué maravilla!

—¡Pero no es uno de esos cuentos que están escritos! No es ningún cuento, sino una historia verdadera que vi con mis propios ojos. Pero a esta criatura probablemente no le apetezca ahora, justo antes de irse a la cama, que le cuenten una historia de aparecidos y de fantasmas…


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20 págs. / 36 minutos / 167 visitas.

Publicado el 24 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

El Esposo Complaciente

Marqués de Sade


Cuento


Toda Francia se enteró de que el príncipe de Bauffremont tenía, poco más o menos, los mismos gustos que el cardenal del que acabamos de hablar. Le habían dado en matrimonio a una damisela totalmente inexperta a la que, siguiendo la costumbre, habían instruido tan sólo la víspera.

—Sin mayores explicaciones —le dice su madre— como la decencia me impide entrar en ciertos detalles, sólo tengo una cosa que recomendarte, hija mía: desconfía de las primeras proposiciones que te haga tu marido y contéstale con firmeza: «No, señor, no es por ahí por donde se toma a una mujer decente; por cualquier otro sitio que te guste, pero por ahí de ninguna manera….»

Se acuestan y por un prurito de pudor y de honestidad que no se hubiera sospechado ni por asomo, el príncipe, queriendo hacer las cosas como Dios manda al menos por una vez, no propone a su mujer más que los castos placeres del himeneo; pero la joven, bien educada, se acuerda de la lección:

—¿Por quién me tomas, señor? —le dice—. ¿Te has creído que yo iba a consentir algo semejante? Por cualquier otro sitio que te guste, pero por ahí de ninguna manera.

—Pero, señora…

—No, señor, por más que insistas nunca accederé a eso.

—Bien, señora, habrá que complacerte —contesta el príncipe apoderándose de su altar predilecto—. Mucho me molestaría que dijeran que quise disgustarte alguna vez.

Y que vengan a decirnos ahora a nosotros que no merece la pena enseñar a las hijas lo que un día tendrán que hacer con sus maridos.


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1 pág. / 1 minuto / 975 visitas.

Publicado el 21 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

El Fantasma Provechoso

Daniel Defoe


Cuento


Un caballero rural tenía una vieja casa que era todo lo que quedaba de un antiguo monasterio o convento derruido, y resolvió demolerla aunque pensaba que era demasiado el gusto que esa tarea implicaría. Entonces pensó en una estratagema, que consistía en difundir el rumor de que la casa estaba encantada, e hizo esto con tal habilidad que empezó a ser creído por todos. Con ese objeto se confeccionó un largo traje blanco y con él puesto se propuso pasar velozmente por el patio interior de la casa justo en el momento en que hubiera citado a otras personas, para que estuvieran en la ventana y pudiesen verlo. Ellos difundirían después la noticia de que en la casa había un fantasma. Con este propósito, el amo y la esposa y toda la familia fueron llamados a la ventana donde, aunque estaba tan oscuro que no podía decirse con certeza qué era, sin embargo se podía distinguir claramente la blanca vestidura que cruzaba el patio y entraba por una puerta del viejo edificio. Tan pronto como estuvieron adentro, percibieron en la casa una llamarada que el caballero había planeado hacer con azufre y otros materiales, con el propósito de que dejara un tufo de sulfuro y no sólo el olor de la pólvora.

Como lo esperaba, la estratagema dio resultado. Alguna gente fantasiosa, teniendo noticia de lo que pasaba y deseando ver la aparición, tuvo la ocasión de hacerlo y la vio en la forma en que usualmente se mostraba. Sus frecuentes caminatas se hicieron cosa corriente en una parte de la morada donde el espíritu tenía oportunidad de deslizarse por la puerta hacia otro patio y después hacia la parte habitada.


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2 págs. / 4 minutos / 486 visitas.

Publicado el 14 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

El Filósofo Autodidacta

Ibn Tufail Abentofail


Filosofía


Motivo ocasional de este libro: el éxtasis

¡En el nombre de Dios, clemente y misericordioso! Bendiga Dios a nuestro Señor Mahoma y a su familia y compañeros, y deles la paz.

Me pediste, hermano sincero (Dios te dé la inmortalidad eterna y te haga gozar la perpetua felicidad), que te comunicase aquellos misterios de la Sabiduría iluminativa que me fuera posible divulgar, los cuales menciona el maestro y príncipe [de los filósofos] Abu Ali b. Sina. Has de saber, pues, que el que quiera alcanzar la verdad pura, debe estudiar estos secretos y esforzarse por conocerlos. Tu pregunta ha sugerido en mi ánimo una noble idea, que me ha conducido a la visión intuitiva de un estado [místico o éxtasis], que antes no experimenté, y me ha llevado a un término tan maravilloso, que ni lengua alguna podría describir [su naturaleza] ni razonamiento alguno demostrar [su existencia], porque es de una categoría y de un mundo completamente distinto de ellas; sólo que la alegría, contento y placer que este estado lleva consigo, no permiten que la persona que a él llega o que alcanza algunos de sus grados, pueda ocultarlo y guardarlo secreto, sino que, dominado por la emoción, el entusiasmo, la alegría y la satisfacción, se inclina a manifestarlo, de una manera vaga e indistinta. Si es hombre inculto, habla de él sin tino, hasta llegar a decir alguno, a propósito de este estado: «¡Glorificado sea yo! ¡Cuán grande es mi condición!». Otro dijo: «Yo soy la Verdad». Y otro: «No hay, bajo estos vestidos, sino Dios».

El maestro Abu Hamid al-Gazali [Algazel], cuando alcanzó este estado, aplicóle el verso siguiente:

Sea lo que quiera (que yo no he de decirlo), cree tú que es un bien y no pidas de él noticias.

Pero este [filósofo] era experto tan sólo en los conocimientos racionales y estaba versado únicamente en las ciencias.


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101 págs. / 2 horas, 58 minutos / 295 visitas.

Publicado el 30 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

El Hombre de Shorrox

Bram Stoker


Cuento


Entre ustedes y yo, se lo digo de corazón, no tiene mucho sentido contar la misma historia una y otra vez. Sin embargo, no tengo ningún inconveniente en contársela a auténticos caballeros como ustedes, que no olvidan que todo hombre, por pobre que sea, tiene tanto derecho a hablar como el propio Creso.

Esta historia tuvo lugar en una población con mercado de Kilkenny, quizá del King’s County o del Queen’s County. En cualquier caso, era uno de esos condados a los que Cromwell, ¡maldita sea su estampa!, les dio nombre. Y al hotel se le llamó así por él, que fue el alguacil mayor e inventó la policía, ¡Dios le perdone! Lo regentaban un hombre llamado Mickey Byrne y su buena esposa (al menos fue así hasta aquella misteriosa noche en que unos muchachos lo confundieron con otro caballero, un desconocido, que había comprado una propiedad maldita. Imagínense su sorpresa). Mickey volvía de las carreras de Curragh con la piel tan tensa por todo el whisky que había bebido que no pudo ni abrir los ojos para ver lo que ocurría, ni abrir la boca para dirigirse a los muchachos justo después de recibir en la cabeza el primer golpe con una de las ramas de endrino con las que solían hacer tales trabajos. Los pobres chicos estaban tan arrepentidos de su error cuando se lo llevaron a casa a su viuda que la mujer no tuvo coraje para ser demasiado severa con ellos. Al principio, se sintió enojadísima, después de todo, solo era una mujer, incapaz, como todas, de razonar como hacen los hombres. ¡Malditos asesinos!

Durante unos instantes pareció enloquecer y estuvo a punto de decapitarlos a todos con el hacha pero, al verlos tan pálidos y tan callados, bajó el hacha y se arrodilló junto al cadáver.


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16 págs. / 28 minutos / 197 visitas.

Publicado el 17 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

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