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El Castillo de Eppstein

Alejandro Dumas


Novela


PRIMERA PARTE

Introducción

Ocurrió durante una de esas prolongadas y maravillosas veladas que pasamos, durante el invierno de 1841, en la residencia florentina de la princesa Galitzin. En aquella ocasión, nos habíamos puesto de acuerdo para que cada uno contase una historia, un relato que, por fuerza, había de ser del género fantástico. Todos habíamos narrado ya la nuestra, todos menos el conde Élim.

Era un joven alto, rubio y bien parecido, delgado y pálido también. Mostraba, normalmente, un aspecto melancólico, que marcaba un fuerte contraste con accesos de alocada alegría que en ocasiones sufría, como si de una fiebre se tratase, y que se le pasaban de forma súbita, como un ataque. En su presencia, la conversación ya había versado sobre cuestiones semejantes; pero cada vez que le preguntábamos acerca de apariciones, aunque no fuera más que la opinión que tenía sobre el particular, siempre nos había respondido, con una sinceridad de las que no dejan lugar a dudas, que él creía en ellas.

¿Por qué? ¿Cuál era la causa de aquella seguridad? Nadie se lo había preguntado nunca. Además, en lo tocante a estas cosas, uno cree en ellas, o no, y no resulta fácil dar con una razón que explique el motivo de tal fe o de tal incredulidad. Por ejemplo, Hoffmann pensaba que sus personajes eran todos reales, y no le cabía ninguna duda de que había visto a maese Floh o de que había trabado conocimiento con Coppelius. Por eso, cuando ya se habían contado las más singulares historias de espectros, apariciones y fantasmas, y el conde Élim nos había comentado que creía en ellas, nadie dudó ni por un instante de que así fuese.


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245 págs. / 7 horas, 9 minutos / 141 visitas.

Publicado el 19 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Pie de la Momia

Théophile Gautier


Cuento


No tenía otra cosa que hacer y entré en la tienda de uno de esos comerciantes de curiosidades llamados comerciantes de bric-à-brac en el argot parisino, cosa perfectamente ininteligible en el resto de Francia.

Sin duda habéis echado un vistazo, a través de los cristales, en alguna de esas tiendas tan numerosas desde que está de moda comprar muebles antiguos, pues el más insignificante agente de cambio y bolsa se cree obligado a tener una habitación de estilo medieval.

Son algo así como una mezcla del taller del chatarrero, el almacén del tapicero, el laboratorio del alquimista y el estudio del pintor; en esos misteriosos antros donde los postigos filtran una prudente media luz lo más notoriamente antiguo es el polvo; allí las telarañas son más auténticas que los encajes, y el viejo peral más joven que la caoba llegada ayer de América.

La tienda del vendedor de baratillo era un verdadero Cafarnaúm; todos los siglos y todos los países parecían haberse dado cita allí; una lámpara etrusca de barro rojo descansaba sobre un armario de Boule de madera de ébano severamente listada de filamentos de cobre; un canapé de la época de Luis XV estiraba lánguidamente sus patas de ciervo bajo una sólida mesa del reinado de Luis XIII, de pesadas espirales de madera de roble, con relieves de follaje y quimeras entremezclados.

Una armadura damasquinada de Milán hacía resplandecer en un rincón el vientre encintado de su coraza; amorcillos y ninfas de porcelana, figuras de China, cornetas de celedón y cerámica, tazas de Sajorna y de Sévres abarrotaban las estanterías y los rincones.

En las repisas denticuladas de los aparadores, brillaban inmensos platos de Japón, de dibujos rojos y azules, sombreados con trazos de oro, al lado de esmaltes de Bernard Palissy, que representaban culebras, ranas y lagartos en relieve.


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12 págs. / 22 minutos / 419 visitas.

Publicado el 20 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

La Pipa de Opio

Théophile Gautier


Cuento


El otro día, encontré a mi amigo Alphonse Karr sentado en su diván, con una vela encendida, aunque era pleno día, y en la mano, un tubo de madera de cerezo provisto de un hongo de porcelana en el que echaba una especie de pasta oscura parecida al lacre; la pasta ardía y chisporroteaba en la chimenea del hongo, y él aspiraba por una pequeña boquilla de ámbar amarillo el humo que al instante se extendía por la habitación con un vago olor a perfume oriental.

Cogí, sin decir nada, el aparato de las manos de mi amigo, y acerqué mis labios a uno de sus extremos; después de varias bocanadas, experimenté una especie de agradable aturdimiento, que se parecía bastante a las sensaciones de la primera borrachera.

Como aquel día no estaba de humor y no tenía tiempo para embriagarme, colgué la pipa de un clavo y bajamos al jardín, a ver las dalias y a jugar un poco con Schutz, dichoso animal que no tiene otra función que la de ser negro sobre una alfombra de verde césped.

Regresé a mi casa, cené y fui al teatro a soportar no sé qué obra. Luego volví y me acosté, porque hay que alcanzar y hacer, mediante la muerte de unas horas, el aprendizaje de la muerte definitiva.

El opio que había fumado, lejos de producir el efecto de somnolencia que esperaba, me sumió en agitaciones nerviosas como si hubiera tomado enormes cantidades de café, y daba vueltas en la cama como una carpa sobre una parrilla o un pollo en un asador, produciendo un perpetuo balanceo de mantas, ante el gran descontento de mi gato que estaba acurrucado en una esquina del edredón.

Por fin el sueño, largo rato esperado, cubrió mis pupilas con su polvo de oro y mis ojos se volvieron cálidos y pesados; me dormí.

Después de una o dos horas completamente inmóviles y negras, tuve un sueño.

Es el siguiente:


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8 págs. / 15 minutos / 104 visitas.

Publicado el 20 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Misterio del Cuarto Amarillo

Gastón Leroux


Novela


A Robert CHARVAY

En recuerdo agradecido de los
comienzos del joven Rouletabille.

Afectusosamente,

Gaston LEROUX

1. DONDE SE EMPIEZA A NO ENTENDER NADA

No sin cierta emoción, comienzo a relatar aquí las extraordinarias aventuras de Joseph Rouletabille. Hasta hoy, este se había negado tan firmemente a ello que yo había perdido toda esperanza de publicar alguna vez la historia policial más curiosa de los últimos quince años. Supongo que el público nunca habría conocido "toda la verdad" sobre el prodigioso caso llamado del "cuarto amarillo" -que generó tantos dramas misteriosos, crueles y sensacionales, y en el que mi amigo estuvo tan íntimamente comprometido- si, con motivo de la reciente nominación del ilustre Stangerson para el grado de la Gran Cruz de la Legión de Honor, un periódico vespertino, en un artículo lamentable por su ignorancia o por su audaz perfidia, no hubiera resucitado una terrible aventura que Joseph Rouletabille, según me decía, hubiera deseado que se olvidara para siempre.


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262 págs. / 7 horas, 39 minutos / 1.282 visitas.

Publicado el 21 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

La Mujer de las Dos Sonrisas

Maurice Leblanc


Novela


I. Prólogo. La extraña herida

El drama, con las circunstancias que lo prepararon y las peripecias que llevó consigo puede resumirse en unas pocas páginas, sin correr el riesgo de dejar a oscuras el más mínimo detalle necesario para llegar a la inaccesible verdad.

Todo sucedió con la mayor naturalidad del mundo. No hubo ninguna de esas amenazas solapadas que multiplica a veces el destino en el prólogo de sucesos de alguna importancia. Ningún hálito de viento anunció la tempestad. No hubo angustia. Ni siquiera una inquietud entre los que fueron espectadores de aquella pequeñez, tan trágica, por la inmensidad del misterio que la envolvió.

Veamos los hechos: el señor y la señora de Jouvelle y los invitados que recibieron en su castillo de Volnic, en Auvernia —un enorme edificio con torres cubierto de tejas rojas—, habían asistido a un concierto dado en Vichy por la admirable cantante Elisabeth Hornain. Al día siguiente, el trece de agosto, por invitación de la señora de Jouvelle, que había conocido a Elisabeth antes que hubiera pedido el divorcio contra el banquero Hornain, la cantante acudió a almorzar al castillo que sólo está a una docena de quilómetros de Vichy.

Almuerzo muy alegre. Los castellanos sabían poner en su hospitalidad aquella gracia y aquella delicadeza que da relieve a cada uno de los invitados. Éstos, en número de ocho, lucían su verbo y su ingenio. Había tres jóvenes parejas, un general retirado y el marqués Jean d’Erlemont, gentilhombre de unos cuarenta años, de gran estatura y una seducción que ninguna mujer resistía.


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188 págs. / 5 horas, 30 minutos / 212 visitas.

Publicado el 21 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

La Mano Gloriosa

Marcel Schwob


Cuento


Declaración de la sirvienta:

Yo, Nancy, con una edad aproximada de veinticinco años, aprendiz de cocinera en el hostal del Viejo Hospital, en la región de Muir, habiendo jurado por el Libro revelar toda la verdad sobre el ataque de diciembre de 18…, declaro lo siguiente:

Durante el invierno llegan pocos viajeros, pues la landa está sembrada de pedruscos grises y de brezales, y de hoyos llenos de barro, de manera que los carreteros apenas pasan por Muir, y los que atraviesan la región a pie temen el terrible viento que lo barre todo según se acercan las Navidades. El martes por la tarde, la leche se estaba congelando en los baldes, así que Doll y yo la metimos en la cocina, tras lo cual nos quedamos sentadas al abrigo de la chimenea donde Míster Douglas (el viejo Doug, como solemos llamarle) estaba cociendo manzanas en una marmita antes de irse a la cama. Así que pasamos una velada tranquila con el viejo Doug, Miss Elisabeth, su mujer, y John, el mozo de cuadra. No había ningún viajero en el albergue.

Hacia las diez todos teníamos ya sueño; pero yo tenía que terminar de tricotar un brazal para el niño enfermo de Mistress Dorothen, la hermana de Miss, que vive en la curva. El viejo Doug se llevó la vela, pues la leña del hogar daba suficiente luz para mi labor y estaba tan acostumbrada al movimiento de las agujas que mis dedos tricotaban solos.

Así que me quedé un poco absorta, a la luz temblorosa del fuego rojo, aunque sin olvidarme que había prometido a Doll ir a la cama pronto, pues en las noches de gran frío dormimos juntas. Se oían crujidos fuera, y el whip poor will gritó varias veces en la noche. De repente, se oyeron unos pasos y un golpe en la puerta. Me puse a temblar: debía de ser medianoche y se dice que el Rey negro sale a cazar a esa hora por la landa de Muir.


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2 págs. / 5 minutos / 88 visitas.

Publicado el 28 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Rey de la Máscara de Oro

Marcel Schwob


Cuento


El Rey De La Mascara De Oro

A Anatole France

El rey enmascarado de oro se alzó del negro trono en el que estaba sentado desde hacía horas y preguntó la causa del tumulto. Los guardias de las puertas habían cruzado las picas y se oía entrechocar el hierro. Alrededor del brasero de bronce también se alzaron los cincuenta sacerdotes situados a la derecha y los cincuenta bufones situados a la izquierda, y las mujeres agitaban las manos en semicírculo ante el rey. La llama rosa y púrpura que relumbraba en la alambrera de bronce del brasero hacía brillar las máscaras de los rostros. Imitando al descarnado rey, mujeres, bufones y sacerdotes llevaban inmutables caras de plata, cobre, madera y tela. Las máscaras de los bufones se abrían de risa mientras que las máscaras de los sacerdotes se obscurecían de preocupación. Cincuenta rostros sonrientes florecían a la izquierda y cincuenta rostros tristes fruncían al ceño a la derecha. No obstante, los claros tejidos que cubrían la cara de las mujeres imitaban rostros eternamente graciosos y animados por una sonrisa artificial. Pero la máscara de oro del rey era majestuosa, noble y verdaderamente real.

Ahora bien, el rey se mantenía silencioso y a causa de ese silencio se parecía a la raza de reyes de la cual era el último. En otro tiempo la ciudad estuvo gobernada por príncipes que llevaban la faz descubierta, pero largo tiempo atrás había surgido una amplia horda de reyes enmascarados. Ningún hombre había visto la cara de los reyes e incluso los sacerdotes ignoraban la razón. Pero en tiempos remotos se dio la orden de cubrir los rostros de todos los que acudían a la residencia real y aquella familia de reyes sólo conocía las máscaras de los hombres.

Mientras se estremecían los hierros de los guardias de la puerta y retumbaban sus sonoras armas, el rey preguntó con voz grave:


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104 págs. / 3 horas, 2 minutos / 354 visitas.

Publicado el 28 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

En Vísperas

Iván Turguéniev


Novela


I

En uno de los días más calurosos del verano de 1853, a la sombra de un alto tilo a orillas del río Moskvá, no lejos de Kúntsovo, dos jóvenes estaban tumbados sobre la hierba. El primero aparentaba unos veintitrés años; era alto, muy moreno, tenía la nariz afilada y un poco torcida, la frente alta y unos labios anchos en los que se dibujaba una sonrisa discreta. Tumbado boca arriba, miraba pensativamente a lo lejos, entornando ligeramente sus pequeños ojos grises; el segundo, boca abajo, con su cabeza de pelo rubio y rizado apoyada en ambas manos, miraba también a lo lejos. Era tres años mayor que su compañero, pero parecía mucho más joven; apenas le había salido el bigote y en la barbilla se le arremolinaba una suave pelusilla. Había cierta gracia infantil, cierta elegancia atractiva en los rasgos menudos de su rostro fresco y redondo, en sus ojos dulces y castaños, en sus labios bonitos y protuberantes, en sus manos blancas. Todo en él desprendía la feliz alegría de la salud y de la juventud: la despreocupación, confianza en uno mismo, el capricho y encanto propios de la juventud. Movía los ojos, sonreía y apoyaba la cabeza como los niños que saben que se les está mirando con embeleso. Llevaba un abrigo ancho y blanco parecido a una blusa; un pañuelo azul celeste envolvía su cuello fino y un sombrero arrugado de paja descansaba junto a él sobre la hierba.


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182 págs. / 5 horas, 19 minutos / 190 visitas.

Publicado el 29 de abril de 2017 por Edu Robsy.

Teoría del Andar

Honoré de Balzac


Tratado


¿A qué, si no es a una substancia eléctrica, puede atribuirse la magia con la que la voluntad se entroniza tan majestuosamente en la mirada para aniquilar los obstáculos de las disposiciones del genio, o filtra pese a nuestras hipocresías por entre la apariencia humana?

Historia intelectual de Louis Lambert

En el estado actual de los conocimientos humanos, esta teoría es, a mi parecer, la ciencia más nueva y, por consiguiente, la más curiosa que cabe tratar. Es casi virgen. Espero poder demostrar la razón coeficiente de esta valiosa virginidad científica mediante observaciones útiles para la historia del intelecto humano. Encontrarse con alguna que otra curiosidad de este tipo, en cualquier ámbito, era ya algo muy difícil en los tiempos de Rabelais; pero quizá sea aún más difícil explicar su existencia hoy: ¿acaso no es preciso que todo haya dormido alrededor, vicios y virtudes? Con respecto a esto, sin ser Ballanche, Perrault, inconscientemente, creó un mito en La Bella Durmiente. ¡Qué admirable privilegio, el de los hombres cuyo genio es total candidez! Sus obras constituyen diamantes tallados con facetas que reflejan e irradian las ideas de todas las épocas. ¿Acaso Latour-Mézeray, un hombre inteligente que sabe sacar la enjundia del pensamiento mejor que nadie, no descubrió en El Gato con Botas el mito del Anuncio, el de las potencias modernas, que anticipa lo que tiene un valor imposible de hallar en el Banco de Francia, es decir, toda la inteligencia que hay en el público más ingenuo del mundo, toda la credulidad que hay en la época más incrédula, toda la simpatía que hay en las entrañas del siglo más egoísta?


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47 págs. / 1 hora, 23 minutos / 567 visitas.

Publicado el 15 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

Cuentos de Tanglewood

Nathaniel Hawthorne


Cuento infantil


Introducción: The Wayside

No hace mucho tiempo, tuve el placer de recibir una rápida visita de mi amigo Eustace Bright, al que no había vuelto a ver desde que abandoné las montañas de Berkshire, siempre tan azotadas por el viento. Aprovechando las vacaciones invernales de su universidad, Eustace había cogido unos días de descanso, pues, según me comunicó, su salud se había resentido de tantas horas de estudio. Al comprobar su excelente estado físico, llegué a la feliz conclusión de que el remedio había constituido todo un éxito. Eustace había salido de Boston hacia el norte en el tren del mediodía, no solo empujado por la amistad con que me honra, sino también, como pronto pude comprobar, por un asunto literario.


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192 págs. / 5 horas, 37 minutos / 189 visitas.

Publicado el 24 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

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