Textos más populares esta semana | pág. 10

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El Ánima Sola

Tomás Carrasquilla


Cuento


Personajes

—la tercera esposa
—las trece hijas
—timbre de gloria
—flor de lis
—licenciado
—peregrino
—monjita

I

En aquel tiempo, como dicen los Santos Evangelios, hubo una estirpe que llenó el universo con su fama. Su nobleza fue la más alta y esclarecida; sus hombres todos, héroes y conquistadores; riquísimos sus feudos y regalías. Mas la muerte, envidiosa de esta raza, sólo dejó un vástago para propagarla. Con los títulos y privilegios que en él recayeron, vino a ser el castellano más poderoso de su época. Los reyes mismos le agasajaban, porque le temían.

En su ansia de perpetuarse, de restaurar la grandeza del apellido, pedía a Dios hijos varones por decenas, Como no se los diese bajó a dígitos y, por último, a la unidad. Pero Dios, o no estaba por excelsitudes de la tierra o quería mortificarle: a cada espera enviábale una hembra, cuando no dos.

Entre la ilusión y el desengaña llegó el caballero a la vejez; y su tercera esposa, sus trece hijas y la muchedumbre de vasallos le pagaban el desaire. Sus crueldades aterraban la comarca; en los calabozos gemía toda una multitud de desgraciados; de las horcas del castillo colgaban los siervos en racimos. Al clamor de tantas almas, fue Dios servido de otorgarle al magnate un heredero. Pagado, resarcido de todos se consideró con el regalo: parecía hijo de gigantes, y era tan hermoso y perfecto que a nada en el mundo podía compararse. Pesóse el recién nacido, y diez veces su peso fue mandado, en oro, a varios templos y santuarios. Su Sacra real Majestad vino en persona a sacarle de pila; repartiéronse ducados entre el pueblo, cual si fuese jura de soberano; celebráronse fiestas por ocho días, y numerosos mensajeros llevaron la nueva a ciudades y castillos. |Timbre de Gloria se nombró al heredero.


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16 págs. / 28 minutos / 2.373 visitas.

Publicado el 19 de junio de 2018 por Edu Robsy.

Metafísica

Aristóteles


Filosofía, tratado


Libro 1

Parte 1

Todos los hombres tienen naturalmente el deseo de saber. El placer que nos causa las percepciones de nuestros sentidos es una prueba de esta verdad. Nos agradan por sí mismas, independientemente de su utilidad, sobre todo las de la vista. En efecto, no sólo cuando tenemos intención de obrar, sino hasta cuando ningún objeto práctico nos proponemos, preferimos, por decirlo así, el conocimiento visible a todos los demás conocimientos que nos dan los demás sentidos. Y la razón es que la vista, mejor que los otros sentidos, nos da a conocer los objetos, y nos descubre entre ellos gran número de diferencias.

Los animales reciben de la naturaleza la facultad de conocer por los sentidos. Pero este conocimiento en unos no produce la memoria; al paso que en otros la produce. Y así los primeros son simplemente inteligentes; y los otros son más capaces de aprender que los que no tienen la facultad de acordarse. La inteligencia, sin la capacidad de aprender, es patrimonio de los que no tienen la facultad de percibir los sonidos, por ejemplo, la abeja y los demás animales que puedan hallarse en el mismo caso. La capacidad de aprender se encuentra en todos aquellos que reúnen a la memoria el sentido del oído. Mientras que los demás animales viven reducidos a las impresiones sensibles o a los recuerdos, y apenas se elevan a la experiencia, el género humano tiene, para conducirse, el arte y el razonamiento.


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359 págs. / 10 horas, 28 minutos / 1.834 visitas.

Publicado el 11 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Los Sangurimas

José de la Cuadra


Novela corta


Teoría del matapalo

El matapalo es árbol montuvio. Recio, formidable, se hunde profundamente en el agro con sus raíces semejantes a garras. Sus troncos múltiples, gruesos y fornidos como torsos de toro padre, se curvan en fantásticas posturas, mientras sus ramas recortan dibujos absurdos contra el aire asoleado o bañado de luz de luna, y sus ramas tintinean al viento del sudeste.

En las noches cerradas, el matapalo es el símbolo preciso del pueblo montuvio. Tal que él, el pueblo montuvio está sembrado en el agro, prendiéndose con raíces como garras.

El pueblo montuvio es así como el matapalo, que es una reunión de árboles, un consorcio de árboles, tantos como troncos.

La gente Sangurima de esta historia es una familia montuvia en el pueblo montuvio, un árbol de tronco añoso, de fuertes ramas y hojas campeantes a las cuales, cierta vez, sacudió la tempestad.

Una unidad vegetal, en el gran matapalo montuvio.

Un asociado, en esa organización del campesino litoral cuya mejor designación sería: MATAPALO, C.A.

Primera parte. El tronco añoso

I

El origen

Nicasio Sangurima, el abuelo, era de raza blanca, casi puro.

Solía decir:

—Es que yo soy hijo de gringo.

Tenía el pelo azambado, revuelto en rizos prietos, como si por la cabeza le corriera siempre un travieso ciclón: pero era de cabello de hebra fina, de un suave color flavo, como el de las mieles maduras.

—Pelo como el fideo «cabello de ángel» que venden en las pulperías, amigo. ¡Cosa linda!

Las canas estaban ausentes de esa mata de hilos ensortijados. Por ahí en esa ausencia, denotaba su presencia remota la raza de África.

Pero don Nicasio lo entendía de otra manera:

—¿Pa qué canas? Las tuve de chico. Ahora no. Yo soy, de madera incorruptible, guachapelí, a lo menos.


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49 págs. / 1 hora, 27 minutos / 3.863 visitas.

Publicado el 6 de septiembre de 2021 por Edu Robsy.

Poética

Aristóteles


Tratado


Capítulo I

1. Trataremos de la Poética y de sus especies, según es cada una; y del modo de ordenar las fábulas, para que la poesía salga perfecta; y asimismo del número y calidad de sus partes, como también de las demás cosas concernientes a este arte; empezando por el orden natural, primero de las primeras. En general, la épica y la tragedia, igualmente que la comedia y la ditirámbica, y por la mayor parte la música de instrumentos, todas vienen a ser imitaciones. Mas difieren entre sí en tres cosas: en cuanto imitan o por medios diversos, o diversas cosas, o diversamente, y no de la misma manera. Porque así como varios imitan muchas cosas copiándolas con colores y figuras, unos por arte, otros por uso y otros por genio; así ni más ni menos en las dichas artes, todas hacen su imitación con número, dicción y armonía, pero de estos instrumentos usan con variedad; v. g., de armonía y número solamente la música fláutica y citarística, y otras semejantes, cual es la de las zampoñas. Con sólo el número sin armonía es la imitación de los bailarines; que también éstos con compases figurados remedan las costumbres, las pasiones y los hechos. Al contrario, la épica hace su imitación sólo con las palabras sueltas o ligadas a los metros, usando de éstos o entreverados, o de un género determinado de versos; estilo que mantiene hasta el día de hoy, pues nada podríamos señalar en que convenga con los mimos de Sofrón y de Xenarco, ni los discursos de Sócrates; ni es del caso el que uno haga la imitación en trímetros, o en elegía, o en otros versos de esta clase. Verdad es que los hombres vulgarmente, acomodando el nombre de poetas al metro, a unos llama elegiacos, a otros épicos; nombrando los poetas, no por la imitación, sino por la razón común del metro; tanto que suelen dar este apellido aun a los que escriben algo de medicina o de música en verso.


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42 págs. / 1 hora, 13 minutos / 1.441 visitas.

Publicado el 12 de junio de 2016 por Edu Robsy.

El Cantor Errante

Abraham Valdelomar


Cuento


Chasca avanzaba silenciosamente por el borde de los sembríos. El cielo principiaba a oscurecer. El Sol habíase dormido sobre el mar lejano, y él debía estar en el Castillo entrada la noche. Tenía prisa para poder hacer la caminata en seis horas. Como tuviera que saltar muchas vallas, Chasca salió de los sembrados y se internó por su sendero poco traficado; sin embargo iba encontrándose en el camino con gañanes rezagados que caminaban a prisa, temerosos de llegar a sus terrados demasiado tarde.

Bien pronto tuvo que ocultarse para no encontrarse con un grupo numeroso que comentaba la cacería de Makta-Sumac. Los hombres acaloradamente discutían y hablaban de los destinos y de los oráculos, Chasca salió cuando hubo pasado el último quechua. Ya era de noche y el silencio reinaba en todo el Imperio. El viejo guerrero caminaba de prisa. Tenía que concluir el sendero y cortar luego hacia el lado del río, luego subir por el camino de la orilla hasta el puente y pasarlo, para internarse en el vallecito en cuyo fondo se elevaba el castillo del noble joven.

Al acercarse al río, principió a percibirse el ruido del agua desgarrándose entre los peñascales y, serpenteando entre ese ruido, un eco apenas perceptible, suave como un suspiro, el eco de una música lejana. Chasca no reparó; mas, a medida que se acercaba a la caja del río, las notas, entre el ruido rocalloso, se hacían más perceptibles. Era como un quejido sin reproches, un dulce lamento, un dolor supremo e inconsolable, que llegaba a los ojos y les robaba lágrimas, que se filtraba entre los huesos y abría el pecho a todos los dolores pasados.


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4 págs. / 7 minutos / 268 visitas.

Publicado el 1 de mayo de 2020 por Edu Robsy.

El Médico a Palos

Molière


Teatro, Comedia


Advertencia

Escribió Moratín la traducción libre de la comedia de Molière, titulada Le Médecin malgré lui, para que la representase en un día destinado a su beneficio el gracioso de la compañía cómica de Barcelona, Felipe Blanco, a quien debía particulares atenciones de amistad. Siguió en la versión de esta pieza los mismos principios que le había dirigido en las precedente. Simplificó la acción, despojándola de cuanto le pareció inútil en ella. Suprimió tres personajes, MM. Robert, Thibaut y Perrin, y por consiguiente dejo perder la graciosa escena segunda del primer acto y la segunda del tercero, para no interrumpir la fábula con distracciones meramente episódicas, sujetándola a la estrecha economía que pide el arte, sin la cual, a fuerza de ornatos viciosos, se entorpece la progresión dramática y se debilita el interés. Redujo a tres las cinco palizas que hallo en la pieza original. Paso en silencio la existencia inútil de un amante que no aparece en la escena, y esta omisión le facilito el medio de dar a la resistencia obstinada de Don Jerónimo un motivo más cómico, y más naturalidad al desenlace.

Omitió igualmente las lozanías y expresiones demasiado alegres del supuesto medico, que no se hubieran tolerado en ningún teatro de España, y se hallan en la escena primera del primer acto, en las cuarta, quinta y séptima del segundo y en la tercera del tercero de la obra francesa; y persuadido de que las imágenes asquerosas, ni son donaires cómicos, ni deben presentarse jamás a un auditorio decente, omitió lo que hay de este genero en la escena sexta, acto segundo, y en la quinta, acto tercero, del original. Si Moliere viviese, haría en ésta y en otras piezas suyas las mismas correcciones con más severidad y mayor acierto.


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31 págs. / 55 minutos / 1.463 visitas.

Publicado el 8 de abril de 2018 por Edu Robsy.

Un Hombre Muerto a Puntapiés (cuentos)

Pablo Palacio


Cuentos, colección


Con guantes de operar, hago un pequeño bolo de lodo suburbano. Lo echo a rodar por esas calles: los que se tapen las narices le habrán encontrado carne de su carne.

Un hombre muerto a puntapiés

«¿Cómo echar al canasto los palpitantes acontecimientos callejeros?»

«Esclarecer la verdad es acción moralizadora».

El Comercio de Quito


«Anoche, a las doce y media próximamente, el Celador de Policía N.º 451, que hacía el servicio de esa zona, encontró, entre las calles Escobedo y García, a un individuo de apellido Ramírez casi en completo estado de postración. El desgraciado sangraba abundantemente por la nariz, e interrogado que fue por el señor Celador dijo haber sido víctima de una agresión de parte de unos individuos a quienes no conocía, sólo por haberles pedido un cigarrillo. El Celador invitó al agredido a que le acompañara a la Comisaría de turno con el objeto de que prestara las declaraciones necesarias para el esclarecimiento del hecho, a lo que Ramírez se negó rotundamente. Entonces, el primero, en cumplimiento de su deber, solicitó ayuda de uno de los chaufferes de la estación más cercana de autos y condujo al herido a la Policía, donde, a pesar de las atenciones del médico, doctor Ciro Benavides, falleció después de pocas horas.

»Esta mañana, el señor Comisario de la 6.a ha practicado las diligencias convenientes; pero no ha logrado descubrirse nada acerca de los asesinos ni de la procedencia de Ramírez. Lo único que pudo saberse, por un dato accidental, es que el difunto era vicioso.

»Procuraremos tener a nuestros lectores al corriente de cuanto se sepa a propósito de este misterioso hecho».

No decía más la crónica roja del Diario de la Tarde.


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52 págs. / 1 hora, 31 minutos / 254 visitas.

Publicado el 29 de febrero de 2024 por Edu Robsy.

El Cantar de Roldán

Anónimo


Poema épico


I

El rey Carlos, nuestro emperador, el Grande, siete años enteros permaneció en España: hasta el mar conquistó la altiva tierra. Ni un solo castillo le resiste ya, ni queda por forzar muralla, ni ciudad, salvo Zaragoza, que está en una montaña. La tiene el rey Marsil, que a Dios no quiere. Sirve a Mahoma y le reza a Apolo. No podrá remediarlo: lo alcanzará el infortunio.

II

El rey Marsil se encuentra en Zaragoza. Se ha ido hacia un vergel, bajo la sombra. En una terraza de mármoles azules se reclina; son más de veinte mil en torno a él. Llama a sus condes y a sus duques:

—Oíd, señores, qué azote nos abruma. El emperador Carlos, de Francia, la dulce, a nuestro país viene, a confundirnos. No tengo ejército que pueda darle batalla; para vencer a su gente, no es de talla la mía. Aconsejadme, pues, hombres juiciosos, ¡guardadme de la muerte y la deshonra!

No hay infiel que conteste una palabra, salvo Blancandrín, del castillo de Vallehondo.

III

Entre los infieles, Blancandrín es juicioso: por su valor, buen caballero; por su nobleza, buen consejero de su señor. Le dice al rey:


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100 págs. / 2 horas, 56 minutos / 4.251 visitas.

Publicado el 11 de junio de 2016 por Edu Robsy.

La Isla del Tesoro

Robert Louis Stevenson


Novela


PRÓLOGO DE LA EDICIÓN ESPAÑOLA

En el campo abundantísimo de la moderna literatura inglesa, la casa de Appleton no ha tenido sino el embarazo de la elección, para decidir qué obra debería ocupar el segundo lugar en la colección de novelas inaugurada con el aplaudido “Misterio...” de Hugo Conway.

Roberto Luis Stevenson ha sido el autor elegido, y si la traducción no ha sido tal que borre todos los méritos del original, ya encontrarán no poco que aplaudir y más aún con que solazarse los lectores hispanoamericanos.

La Isla del Tesoro no tiene la pretensión de ser una novela trascendental encaminada á mejorar las costumbres ó censurar los hábitos de un pueblo. No entran en ella en juego todas esas pasiones candentes cuyo hervidero llena las modernas obras de ficción con miasmas que hacen daño. El lector que busca en libros de este género un mero solaz que refresque su espíritu, después de largas horas de un pesado trabajo moral ó material, no se verá aquí detenido por disertaciones inoportunas ni problemas ociosos. Nada de eso.

La Isla del Tesoro es una narración llana, un romance fácil, un cuento sabroso con un niño por héroe, y que, á pesar de sus peripecias dramáticas y conmovedoras, conserva en todo el discurso del libro una pureza y una sencillez tales que no habrá hogar, por mucha severidad que impere en él, del cual pueda desterrársele con razón.

Stevenson se propuso, además, describir con esa difícil facilidad que parece ser un secreto suyo, esas escenas y aventuras marinas en que el lector percibe, desprendiéndose de la sencilla narración, ya el olor acre de las brisas de la playa, ya el rumor de la pleamar deshaciéndose contra las rocas, ya el eco monótono de los cantos de marineros y grumetes empeñados en la maniobra.


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277 págs. / 8 horas, 5 minutos / 3.252 visitas.

Publicado el 24 de abril de 2016 por Edu Robsy.

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