Teoría del matapalo
El matapalo es árbol montuvio. Recio, formidable, se hunde
profundamente en el agro con sus raíces semejantes a garras. Sus troncos
múltiples, gruesos y fornidos como torsos de toro padre, se curvan en
fantásticas posturas, mientras sus ramas recortan dibujos absurdos
contra el aire asoleado o bañado de luz de luna, y sus ramas tintinean
al viento del sudeste.
En las noches cerradas, el matapalo es el símbolo preciso del pueblo
montuvio. Tal que él, el pueblo montuvio está sembrado en el agro,
prendiéndose con raíces como garras.
El pueblo montuvio es así como el matapalo, que es una reunión de árboles, un consorcio de árboles, tantos como troncos.
La gente Sangurima de esta historia es una familia montuvia en el
pueblo montuvio, un árbol de tronco añoso, de fuertes ramas y hojas
campeantes a las cuales, cierta vez, sacudió la tempestad.
Una unidad vegetal, en el gran matapalo montuvio.
Un asociado, en esa organización del campesino litoral cuya mejor designación sería: MATAPALO, C.A.
Primera parte. El tronco añoso
I
El origen
Nicasio Sangurima, el abuelo, era de raza blanca, casi puro.
Solía decir:
—Es que yo soy hijo de gringo.
Tenía el pelo azambado, revuelto en rizos prietos, como si por la
cabeza le corriera siempre un travieso ciclón: pero era de cabello de
hebra fina, de un suave color flavo, como el de las mieles maduras.
—Pelo como el fideo «cabello de ángel» que venden en las pulperías, amigo. ¡Cosa linda!
Las canas estaban ausentes de esa mata de hilos ensortijados. Por ahí
en esa ausencia, denotaba su presencia remota la raza de África.
Pero don Nicasio lo entendía de otra manera:
—¿Pa qué canas? Las tuve de chico. Ahora no. Yo soy, de madera incorruptible, guachapelí, a lo menos.
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