Gerardo estaba ansioso y no salía de la ventana, mientras tanto la madre, por la tardanza del amigo que esperaba su hijo, repetía que nada es por acaso.
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Un hombre va caminando por la ciudad cuando de pronto una explosión o tal vez un grito lo altera de tal manera que solo atina a emprender una alucinada carrera.
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Un gato bajo la lluvia, no por accidente sino por propia voluntad, ciertamente es un caso inaudito. Pero que su dueña, justamente una viejita americana, le haya puesto el nombre de Ernest, era mucha coincidencia.
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Una guía fácil y práctica para adquirir el hábito de la escritura
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Fulgencio Gavino, en cuanto hombre, vivió mucho, pero en cuanto gallo...
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Cuando menos se espera el mal, sombra maldita siempre marchando al lado, aparece; entonces dos hombres erigirán sus propios laberintos.
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