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Crónica, artículo, colección.
29 págs. / 51 minutos / 260 KB.
16 de mayo de 2024.
El cuerpo humano lo ve este sabio como una república federal de células en la que la división del trabajo ha llegado al último extremo: «Unas células fabrican el azúcar; otras, la bilis; las hay que con sus movimientos producen el fenómeno de pensar.» Todos estos pequeños seres que viven en nosotros y para nosotros, formando gran parte de nuestro cuerpo, los apellidan los biólogos células nobles.
Al lado de ellas hay otras células más groseras y robustas al mismo tiempo, que están encargadas de la limpieza y defensa de nuestro organismo: como si dijésemos la policía interior del cuerpo humano. A estas células, siempre hambrientas, rudas y brutales, las llama Mechnikof fagocitos, o sea células comedoras. Si encuentran un microbio o un residuo malsano en nuestro interior, le dan caza, lo rodean y lo devoran. El ejército de los fagocitos es la guarnición de la plaza fuerte de nuestro cuerpo. Enemigo que penetra en ella perece in, mediatamente, y así podemos, defendemos de los innumerables sitiado res invisibles que nos rodean a todas horas e intentan asaltarnos. Pero estos aliados de nuestra vida, estos defensores de nuestro organismo, crecen en ferocidad con el tiempo. Son como los perros de caza, que acaban por devorar las piezas, olvidándose de ayudar a su dueño. Cuando en el curso del tiempo las células nobles se usan, a causa de las toxinas que fabrica el intestino grueso, y carecen de defensa, los fagocitos las consideran con igual animosidad que si fuesen enemigos, y arrojándose sobre ellas las devoran, no dejando más que los residuos calcáreos, imposibles de digerir. De aquí la fragilidad del esqueleto, la decadencia de los órganos. la marchitez rugosa de la piel, la vejez, en una palabra, que no es realmente más que una enfermedad.