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Todos éramos de caballería, porque hacíamos las marchas á caballo; pero en el momento del combate los jinetes se convertían en infantes. Teníamos artillería. Cada bando procuraba poseer cañones más gruesos que los del adversario, y estos cañones tiraban y tiraban, con un estruendo ensordecedor.
Recuerdo el asombro y la indignación de un oficial alemán que venía con nosotros, al ver cómo funcionaba la artillería.
(Advierto á ustedes que todos los revolucionarios éramos germanófilos, por odio á los Estados Unidos y á Inglaterra. Nos comparábamos con los bolcheviques rusos, deseábamos la derrota de la República francesa y el triunfo de Guillermo II. Los alemanes intervenían con frecuencia en nuestras campañas.... Pero no desviemos el relato. ¡Adelante!)
—General—clamó el prusiano—, los artilleros no saben apuntar. Tiran al aire. Sólo desean hacer ruido.
Y el general, que se las echaba de ingenioso, contestó, levantando los hombros:
—Déjelos. No es necesario que hagan más. La artillería sólo sirve para asustar pendejos.
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Publicado el 22 de octubre de 2020 por Edu Robsy.
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