El libro se desarrolla en la Valencia del siglo XIX. Describe con precisión las duras condiciones de vida de la población campesina y agrícola. El tío Barret se ve imposibilitado de seguir trabajando la huerta que habían cultivado sus antepasados durante generaciones al no poder pagar el arrendamiento al propietario de la tierra, D.Salvador. Como consecuencia, todos los vecinos de la aldea, con Pepeta y Pimentó a la cabeza se conjuran para impedir que nadie vuelva a trabajar en esa parcela.
Hasta que llega Batiste y su familia (su mujer Teresa y sus hijos Roseta, Batistet y Pasqualet mas dos pequeños que nunca se les pone un nombre) que, acuciados por la necesidad, se instalan en la finca y acceden a cultivar la finca abandonada a cambio de dos años de carencia en el pago del arrendamiento correspondiente. A partir de ese momento se verán infatigablemente acosados por el resto de la comunidad, que los acusaba de plegarse a las exigencias del terrateniente perjudicando con ello los intereses del colectivo.
El hostigamiento llega a su punto culminante cuando los hijos pequeños de la familia Batiste tienen un enfrentamiento con otros niños de la aldea, como consecuencia del cual el pequeño Pasqualet fallece. Un sentimiento de culpa y compasión invade la comunidad.
Pero será temporal. Batiste se enfrenta a Pimentó en una trifulca tabernaria y pocos días después, al ser Batiste disparado, responde hiriendo de muerte a su agresor, el mismo Pimentó. Las represalias no se hacen esperar: la barraca donde habitan los Batiste es incendiada y ellos se ven en la obligación de abandonar el pueblo.
Buscó en su faja la tira de fósforos de cartón que le
servían para encender sus cigarros. Quería prender fuego á la
paja de la techumbre. ¡Que se lo llevase todo el demonio! Al fin era suyo, bien
lo sabía Dios, y podía destruir su hacienda antes que verla en manos de
ladrones.
Mas al ir á incendiar su antigua casa sintió una impresión de
horror, como si tuviese ante él los cadáveres de todos sus antepasados,
y arrojó los fósforos al suelo.
Continuaba rugiendo en su cabeza el ansia de destrucción, y para
satisfacerla se metió con la hoz en la mano en aquellos campos que
habían sido sus verdugos.
¡Ahora las pagaría todas juntas la tierra ingrata causa de sus
desdichas!
Horas enteras duró la devastación. Derrumbáronse á
puntapiés las bóvedas de cañas por las cuales trepaban las
verdes hebras de las judías tiernas y los guisantes; cayeron las habas
partidas por la furiosa hoz, y las filas de lechugas y coles saltaron á
distancia á impulsos del agudo acero, como cabezas cortadas, esparciendo en
torno su cabellera de hojas.... ¡Nadie se aprovecharía de su trabajo! Y
así estuvo hasta cerca del amanecer, cortando, aplastando con locos pataleos,
jurando á gritos, rugiendo blasfemias; hasta que al fin el cansancio
aplacó su furia, y se arrojó en un surco llorando como un niño,
pensando que la tierra sería en adelante su cama eterna y su único
oficio mendigar en los caminos.
170 págs. / 4 horas, 58 minutos.
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Publicado el 20 de abril de 2016 por Edu Robsy.
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