En esta historia ambientada en la meca del cine en sus primeras décadas, se cuenta parte de la vida de Piedra de Luna, una conocidísima actriz que esconde unos orígenes humildes y una fuerte personalidad. Blasco demuestra que conoce bien Hollywood, donde trabajó como guionista, y su industria, y una vez más construye un personaje principal con profundidad y carácter.
¿Dónde no era conocida Piedra de Luna?... Sus ojos claros, su sonrisa
dulce, que marcaba dos hoyuelos en sus blancas mejillas, y la enorme
cabellera rubia, anudada en forma de antorcha sobre el cráneo, con una
aureola de pelillos transparentes y luminosos, se mostraban todos los
días, al mismo tiempo, en los más diversos lugares del planeta.
Multiplicada hasta el infinito por la fotografía movible, su imagen
se desdoblaba en miles y miles de ejemplares, lo mismo en el nuevo mundo
que en el viejo, saltando de isla en isla, atravesando océanos y
desiertos, llegando hasta los aduares árabes y las poblaciones de madera
ocupadas por mineros. Aparecía a idéntica hora en un «cinema» de gran
capital, cuya atmósfera estaba saturada de drogas purificantes, y en
otros situados en puertos, que olían a tabaco mascado, a whisky
y a pipa vieja. Hombres amarillos o cobrizos la contemplaban
silenciosos, con pupilas de brasa, sentados en el suelo, las piernas en
cruz, mascando betel o fumando opio.
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Publicado el 6 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.
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