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Edición física «El Duque de Portland»
¿Qué significaba este aislamiento del despreocupado señor inglés? ¿Padecía alguna crisis? ¡Un corazón tan naturalmente alegre!… ¡Imposible! ¿Alguna mística influencia sufrida en su viaje por Oriente? Quizás. En la Corte se inquietaban por esta desaparición. Un mensaje de Westminster, de la propia Reina, había sido dirigido al lord invisible.
Acodada cerca de un candelabro, la reina Victoria estaba atareada aquella tarde de audiencia extraordinaria. A su lado, sentada en un taburete de marfil, una joven lectora, miss Elena H.
Llegó la respuesta, sellada en negro, de lord Portland.
La muchacha, habiendo abierto el pliego ducal, recorrió con sus ojos azules —sonrientes pedazos de cielo— las pocas líneas que contenía. Bruscamente, sin una palabra, con los ojos cerrados, la presentó a Su Majestad.
También la Reina leyó en silencio.
A las primeras palabras, su rostro, generalmente impasible, pareció ensombrecerse con extraña tristeza. Incluso se estremeció. Después, en silencio, aproximó el papel a las bujías encendidas. Inmediatamente dejó caer sobre las losas la carta que se consumía.
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Publicado el 21 de octubre de 2016 por Edu Robsy.
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