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Poesía, Tratado.
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23 de junio de 2018.
Y sin embargo (aun cuando hagan todo esto a fuerza de afanes los hombres y los bueyes, labrando la tierra), todavía dañan a los sembrados el ánade rapaz, las grullas estrimonias y la endibia de amargas raíces, o bien la demasiada sombra. El mismo Júpiter quiso que fuese difícil la agricultura, y él primero redujo a arte la labranza, aguijando con cuidados los mortales corazones, y no consintiendo que se aletargasen sus reinos en una tarda holganza.
Antes del reinado de Júpiter no había labradores que arasen los campos ni era lícito acotarlos o partir límites en ellos; todos los aprovechaban para su sustento, y la tierra misma daba de grado, más liberalmente que ahora, todos los frutos. Él infundió en las negras serpientes nocivo veneno, mandó a los lobos tornarse rapaces y al mar revolverse con borrascas; despojó a las hojas de los árboles de la miel que destilaban, y ocultó el fuego, y atajó los arroyos de vino, que antes fluían por doquiera, a fin de que el hombre, a fuerza de discurso y de experiencia, fuese poco a poco inventando las artes, y buscase el trigo en los surcos y sacase a golpes el fuego escondido en las venas del pedernal. Entonces por primera vez soportaron los ríos el peso de los excavados álamos; entonces el nauta contó las estrellas y les puso los nombres de Pléyades, Híadas y fúlgida Osa, hija de Licaón. Entonces se inventó apresar con lazos a las alimañas, y se usó el engaño de la liga, y rodear con perros los grandes bosques. Y ya éste azota con la red el anchuroso río, buscando los sitios más profundos, y aquél tremola por el piélago las húmedas lonas. Entonces se conoció el duro hierro y se inventó la rechinante sierra, pues los primitivos hombres hendían con cuñas la blanda madera. Entonces, en fin, nacieron los varios oficios: todo se venció en fuerza de un ímprobo trabajo y de la necesidad, que nos obliga a las cosas más duras.