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Estremecido Pitágoras conoció la enormidad del delito que iba á cometer: pidió llorando perdón á la ostra, y la repuso bonitamente encima de la piedra.
Mientras iba meditando profundamente en este suceso, vió de vuelta al pueblo arañas que se comían las moscas, golondrinas que se comían las arañas, y gavilanes que se comían las golondrinas. Todas estas gentes, decía, no son filósofos!
Al entrar en el pueblo le apretaron, le estrujaron y le tiraron al suelo una muchedumbre de pillos y desarrapadas que iban corriendo y gritando: Muy bien hecho; bien lo merecen. ¿Quién? ¿qué? dijo levantándose Pitágoras: y la gente corría sin cesar diciendo: i Ah qué gusto será verlos asar! Pitágoras creyó que hablaban de membrillos ó de alguna otra fruta; pero no era así, que era de dos pobres indios. Sin duda, dijo Pitágoras, que serán dos grandes filósofos aburridos de la vida, y que anhelan á renacer bajo otra forma. Siempre es cosa gustosa mudar de casa, puesto que ningún alojamiento hay bueno; pero sobre gustos no se ha de disputar.
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Publicado el 4 de junio de 2016 por Edu Robsy.
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