Libro gratis: Woodstock, o los Caballeros
de Walter Scott

Aquella larga carta no dejó muy satisfecho al coronel Everard. Durante toda su vida política había evitado mezclar ningún interés personal con los de utilidad pública, y reconocía que acababa de entrar en componendas consigo mismo al hacer aquella solicitud; pero se tranquilizó, o, por lo menos, disipó sus escrúpulos, repitiéndose que el interés de Inglaterra, teniendo en cuenta todo lo ocurrido, reclamaba imperiosamente que Cromwell se pusiera al frente del gobierno; y que el de sir Enrique Lee, o, por mejor decir, su seguridad y existencia, exigía la conservación de Woodstock. Procuraba engañarse a sí mismo para disculpar su falta, tratando de convencerse de que el bien público y su interés particular estaban de acuerdo en el informe que había redactado.

Después, cerró la carta, escribió la dirección y le puso el sello de sus armas. Hecho esto, dejóse caer en el sillón, y se durmió contra sus esperanzas, en medio de un tropel de cavilaciones inquietantes y desagradables, hasta que la primera claridad de la autora penetró a través de una ventana situada al Oriente.