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El abogado tendió la carta abierta a la señorita Garth. Con un dolor mudo y sin lágrimas, ella leyó estas palabras:
Mi querido señor Pendril, desde que nos escribimos por última vez se ha producido un extraordinario cambio en mi vida. Aproximadamente una semanas después de su partida, recibí noticia de América de que era libre. ¿Necesito decirle qué uso hice de esa libertad? ¿Necesito decirle que la madre de mis hijas es ahora mi esposa?
Si le sorprende no haber recibido noticias mías en el momento mismo en que regresó, atribuya mi silencio en gran parte, si no toda, a mi total ignorancia sobre la necesidad legal de hacer otro testamento. Hace apenas media hora que lo he descubierto (en circunstancias que le relataré cuando nos veamos) gracias a mi viejo amigo el señor Clare. Ciertas preocupaciones familiares han contribuido también a mi silencio. Mi mujer está a punto de dar a luz; además de esta grave preocupación, mi segunda hija acaba de comprometerse. Hasta que hoy he visto al señor Clare, tales asuntos ocupaban mis pensamientos hasta tal punto que ni siquiera se me ha ocurrido escribirle durante el corto mes transcurrido desde que me enteré de su vuelta. Ahora que sé que debo rehacer mi testamento, le escribo al instante. Por amor de Dios, venga el mismo día en que reciba esta carta; venga y líbreme del horrible pensamiento de que mis dos queridas hijas se hallan desamparadas en este momento. Si algo me ocurriera y mi deseo de hacer justicia a su madre acabara (debido a mi lamentable desconocimiento de la ley) dejando a Norah y a Magdalen desheredadas, ¡no podría descansar en la tumba! Venga sin demora, suyo siempre.
838 págs. / 1 día, 27 minutos.
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Publicado el 6 de enero de 2017 por Edu Robsy.
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