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MOWBRAY:
Dura es la sentencia, mi augusto señor,
y no la esperaba yo de vuestros labios.
Mejor recompensa, y no la honda herida
de ser arrojado al aire común,
creo haber merecido de Vuestra Majestad.
La lengua que he aprendido estos cuarenta años,
mi inglés materno, he de abandonar,
y ya no me será de más provecho
que una viola o un arpa sin cuerdas
o un ingenioso instrumento en su caja,
o que, abierta esta, es puesto en manos
de quien no sabe sacarle armonías.
En mi boca encarceláis mi lengua
con la doble reja de dientes y labios,
y la torpe ignorancia, yerma e insensible,
será la carcelera que me guarde.
A mi edad no voy a complacer a la nodriza
y tengo muchos años para ser alumno.
Si no muerte muda, ¿qué es vuestra sentencia
que el materno aliento prohíbe a mi lengua?
RICARDO:
Pedir compasión de nada te vale:
tras esta sentencia plañir viene tarde.
MOWBRAY:
Atrás dejo entonces el sol de mi tierra:
viviré en las sombras de la noche eterna.
65 págs. / 1 hora, 54 minutos.
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Publicado el 17 de agosto de 2018 por Edu Robsy.
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