«Remota en el espacio pero cercana gracias al milagro de Internet, Valeria, compañera de letras y buena conocedora de la literatura, destacó en cierta ocasión —con ese admirable salero andaluz que la caracteriza— el tono atractivo, accesible y dinámico de mi escritura. Agradecido, le contesté que no estaba lo bastante satisfecho y que pretendía darle una vuelta de tuerca más; a fin de cuentas, botar el ancla de la conformidad impide descubrir islotes alternativos, acaso de relevancia. El propósito era cincelar bajorrelieves de palabras que trascendieran la base del papel para afianzarse en la imaginería profunda del lector. «¡Casi ná, mi arma!». Afán este el de muchos novelistas, repleta de intriga, preguntó si ocultaba alguna fórmula milagrosa. Hacía tiempo que barajaba la idea de situar una historia en Estados Unidos durante la década de los setenta, pues aparte del propio entusiasmo por la música y estética del periodo, el marco favorece la introducción de varios elementos de interés social. En plenas maquinaciones, inferí que el mejor modo de transmitir la efervescencia del momento y el lugar sería inspirándome en uno de sus máximos exponentes: el funk», Titus Six (¿Realismo funk?, 2024).